Los olores de un ambiente pueden ser algo agradable pero también pueden llegar a ser desagradables, y muy molestos, como para llegar a producir un dolor de cabeza. Cuando un olor desagradable ataca en el momento en que uno está disfrutando una comida, puede arruinarlo todo.
Una de las cosas que más me molesta cuando tomo un taxi, es que esté inundado de olor a desodorante de baño público, más aún cuando estoy arreglada para salir con un rico perfume. No es justo entrar oliendo a sutiles esencias de flores y salir apestando a hostal barato.
Pero los olores a la hora de comer son algo que debe tenerse muy en cuenta porque arruinan o anulan una de las propiedades de la comida, el aroma. En este sentido, hay muchos y peligrosos enemigos a tener en cuenta. Están los que van desodorizando permanentemente el local con inciensos o aromas artificiales, están los que te limpian la mesa de al lado con potentes desinfectantes o, peor, si tienes la mala suerte de sentarte cerca del baño, hay algunos de los que emanan olores a lejía (lavandina) que penetran hasta el cerebro, alterando el sentido del gusto, el placer de saborear.
El lugar donde se come no debe tener olores extraños. El oído, nariz y garganta están conectados, esto hace que los olores tan fuertes, además de anular o alterar el aroma, se terminen sintiendo en la garganta y arruinando todo el trabajo que, con esmero o dedicación pueden haber hecho los cocineros.
Hay una pizzería a la que solemos ir, a veces, saliendo del trabajo camino a casa, donde tienen la costumbre de limpiar los baños con muchos litros de lejía (lavandina) y por más que nos sentemos lejos de los baños, el olor es tan potente que termina con el disfrute del momento. Y no se justifica por el hecho de que este lugar sea considerado una pizzería-comedero, sin muchas pretensiones.
Lo peor es que cuando uno le comenta esta molestia al mozo, recibe una mirada de sorpresa, como si le estuviera diciendo algo extraño o inentendible.
Poner un bar, restaurante o cualquier lugar donde se sirvan alimentos, no debiera ser una cosa improvisada. Si les interesa que el público disfrute del lugar y su comida, no se la compliquen poniéndole obstáculos para ello.
Por su parte, las empresas que producen limpiadores o desodorantes, tendrían que tomar en cuenta que hay quienes necesitan que se eliminen olores sin taparlos con otros tanto o más desagradables.
Basta! La limpieza no tiene por que ir ligada a olores profundos.