FRANCESCO, CON RESERVAS.

Dicen que la tercera es la vencida, es por eso que decidí volver a Francesco.

El primer reporte fue al poco tiempo de su apertura, en mayo del 2009 y reflejaba una experiencia excelente. Ese reporte debió ser corregido a la semana siguiente, luego de un inesperado cambio de personal que reflejó una brusca caída en la calidad de la atención.

Me debía esta visita para confirmar ya sea la primera o la segunda experiencia y el resultado tuvo un poco de ambas.

Reservamos mesa para cuatro. La recepción fue muy amable, incluido el valet parking. Nuestra mesa estaba lista, esperándonos.  Noté unos pequeños cambios en la salita de espera. Ya no estaban los premios enmarcados y en su lugar había una pintura moderna.

Nos sentamos y nos trajeron las cartas.  Otro cambio que noté fue en el personal, la primera vez eran mozos peruanos, que entendían perfectamente toda la carta, pero en esta oportunidad casi todos eran argentinos. A nosotros nos tocó una moza argentina y un portorriqueño muy amable pero que, a pesar de hablar el mismo idioma, generó confusiones que les contaré más adelante.

Como en la primera vez, nos trajeron, de cortesía, unas cazuelitas con una especie de consomé de pescado muy sabroso y vuelvo a destacar este detalle, muy usado en Lima pero inusual por estos lados.

Pedimos unos Pisco Sour y aguas con gas. El Pisco Sour estaba bien pero no como la primera vez.  No sólo en la preparación sino también en la presentación.  La primera vez vino en copas y en esta oportunidad en unos vasos más bien pequeños, no tan fríos y con poca espuma. El agua, esta vez, por suerte, no eran las botellas plásticas de Dasani, pero tampoco Villavicencio, sino Eco de los Andes.

Si bien los mozos fueron muy atentos en todo momento, tardaron mucho en tomar los pedidos como en traerlos, y aquí les cuento el problema que se generó al tener personal que no está familiarizado con el tipo de comida que se ofrece. Un piqueo en Perú es algo que se pide para que todos los comensales “piquen” y esto fue mal interpretado por nuestro simpático mozo boricua. Le dije que «como piqueo» íbamos a pedir un «Tiradito Bar» y una «Degustación de Causas» pero él interpreto que el pedido eran dos Piqueos Criollos más el tiradito y las causas. Nosotros no nos percatamos que en la carta había un plato que se llamaba «Piqueo Criollo» y el mozo portorriqueño no sabía el uso genérico que los peruanos le damos a la palabra «piqueo». Ahí se generó la confusión. Pero nosotros nunca hablamos de «Piqueo Criollo». Este error fue admitido y solucionado pero no sin antes intentar tentarnos con la descripción de los Piqueos criollos.

Otro cambio que noté es que ahora estilan poner  las bebidas en otro lugar, lejos de la mesa y que el mozo se encarga de ir reponiendo conforme se va consumiendo en las copas. Pero esto sólo puede funcionar si hay suficiente personal porque de lo contrario se convierte en una verdadera molestia donde uno tiene que depender del mozo o, como en mi caso, que tuve que pararme un par de veces para servirme agua.

Los platos principales fueron «Fetuccini a la crema con langostinos y hongos», «Ceviche tradicional», «Risotto negro con calamares» y «Arroz con mariscos», éste último es mi plato calibrador cuando quiero hacer comparaciones. La primera vez que fui a Francesco pedí el mismo plato y ustedes mismos notarán la diferencia comparando con la foto del primer post. Estuvo muy rico de sabor pero sentí que estaba demasiado amelcochado y los granos de arroz un tanto partidos.

Al margen de todo esto, tengo que decir que los ingredientes utilizados se sienten de calidad y los sabores peruanos se respetan bastante, y con el picante bien puesto, cosa que en muchos restaurantes se termina adaptando tanto al paladar argentino que termina perdiendo la gracia.

Luego de una larga espera, llegaron los postres. Una «Delicia de Maracuyá»  y un «Tres Leches».  Ambos postres deliciosos y bien servidos. El café muy bueno pero en esta oportunidad no hubo copas de champagne de cortesía.

En resumen, no fue una experiencia tan buena como la primera ni tan decepcionante como la segunda.  Recomiendo Francesco, sin ninguna duda, pero con las advertencias dadas en cuanto a la atención, tan amable como lenta.

Francesco
Sinclair 3096 – Ciudad de Buenos Aires

DEL CALLAO A BUENOS AIRES: FRANCESCO, LA FUSIÓN ITALO-PERUANA

17 de Mayo 2009

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Hace tan sólo unos años era una utopía pretender saborear tantos platos peruanos de primerísima calidad en Buenos Aires, sobre todo cuando se trataba de pescados y mariscos. Pues debo decir, con mucha felicidad, que hoy en día hay más de un lugar donde poder comer todo lo que a uno le provoque de la comida peruana en esta ciudad.

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Francesco nació en 1984 en el Puerto del Callao, provincia de jerarquía constitucional pegada a Lima. La mayor parte de los italianos que vinieron al Perú por 1872 se instalaron en Lima o en el Callao y procedían de la zona de la Liguria, cuya capital es el puerto de Génova, y también de Chiavarri, Sori, Spotorno, del Piamonte, y de la Lombardía. Llegaron a dominar el pequeño comercio en Lima, poniendo fondas, chinganas, cafés, pulperías, bodegas y panaderías que modificaron para siempre nuestros hábitos culinarios. Por eso no extraña que el restaurante emblema de la fusión italo-peruana naciera allí.

Debido al éxito obtenido, en 1995 decidieron abrir otro restaurante en Miraflores, luego siguieron con su local de Coral Gables –  Florida, USA, en  el 2001 y, finalmente, el local de Buenos Aires, que se abrió a fines de diciembre del 2008.  Raúl Hanza R. su gerente general, me ofreció amablemente visitar la cocina, que era digna de mostrarse, realmente. Impecable y con todos los cocineros en acción pero sonrientes, a pesar de mi intrusión inesperada. Además me recalcó que todos los cocineros son peruanos, capacitados y convocados especialmente desde Lima para trabajar en Francesco y la verdad es que eso se nota a la hora de saborear los platos.

Ubicado en la misma esquina, donde años atrás, estaban los famosos Bleu Blanc Rouge y mas adelante Sinclair de Ramiro Rodríguez Pardo, este restaurante muy cool tiene doble altura, iluminación difusa y una decoración moderna pero elegante, con algunos toques de Art Decó. La planta alta tiene además un sector con vista sobre el salón principal y en todas las paredes del restaurante se pueden apreciar interesantes obras de arte de aparente origen limeño.

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El lugar es muy acogedor y la bienvenida es inmediata. Hay unos sillones muy cómodos en un bar lounge, a la entrada, donde se puede aguardar la mesa tomando unos traguitos o algún piqueo.

Nuestra mesa, ubicada justo en la esquina vidriada, tenía vista tanto hacia fuera, como hacia todo el restaurante y una distancia adecuada de las otras mesas. Los mozos, muy simpáticos y atentos todos. Conversando con ellos nos enteramos que uno era de Arequipa y otro de Huancayo.

El tema de la ambientación de Francesco nos sorprendió porque escapa al estilo general con que suele presentarse la comida peruana. En este sentido, nuestro amigo Carlos Maslatón, gran consumidor y fanático de la gastronomía peruana, que nos acompañaba esa noche, luego de la cena, escribió el siguiente comentario en la Guía Oleo:

«En Perú abundan restaurantes excelentes en comida y atendidos por el mejor servicio de camareros del planeta. Lo único malo que tienen allí es que la ambientación y la decoración suelen ser horribles. Pues bien, este restaurante peruano en Argentina, logró embocarla también con el ambiente creado que es excepcional. Claro, corre con el caballo del comisario que es ubicarse donde funcionó Bleu Blanc Rouge, uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires de todos los tiempos. Altamente recomendable Francesco, volveré siempre. Ideal para poder conversar y para reuniones de cualquier tipo».

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