La cena de Navidad debe ser una de las más largas y calóricas del año. Comienza los primeros días de Diciembre y termina los primeros días de Enero. ¿Quién no cae en la tentación de ir probando un poco de todo lo que se va ofreciendo en los supermercados, previo a las Fiestas? Hoy, nadie espera a que sea 24 o 25 de Diciembre para comerse un panetón o tomarse un chocolate caliente.
¿Quién no se preguntó alguna vez en la vida por qué las comidas navideñas son tan calóricas y por qué en lugar de seguir costumbres del otro extremo del planeta, no las adaptamos a versiones más frescas? Y es que los que viven en lugares donde las Fiestas coinciden con el invierno, realmente no tienen ningún problema como nosotros, los que vivimos las Fiestas en pleno verano y que inmediatamente después de haber ingerido de manera indiscriminada turrones, panetones, chocolates, frutos secos, etc., tenemos que ponernos el bikini, la ropa de baño y demás ropas veraniegas, que dejan las consecuencias a la vista.
El Pavo, símbolo de la cena navideña, viene acompañado de una variedad de platos que muchas veces, cuando la celebración es compartida con muchos miembros de una misma familia, la mesa termina pareciendo un buffet donde nada combina entre sí.
Sinceramente me siento muy afortunada de no haber vivido una situación similar. En mi casa celebramos la Cena Navideña casi siempre los mismos, salvo cuando fuimos creciendo y ahí podía sumarse o restarse algún número de integrantes. El menú fue y sigue siendo el mismo desde hace muchísimos años. Aún viviendo en Buenos Aires, mi esposo y suegros han tenido que adaptar un poco sus costumbres, porque para mí hay dos cosas que son indispensables en la mesa navideña, el Pavo al horno y la “Ensalada Blanca”, una receta tradicional de familia.
La cena navideña en Lima tiene como protagonista al pavo y luego una serie de ensaladas que irán variando, de acuerdo al gusto de cada familia o la moda del momento. Papas al horno o en puré y algunas legumbres pueden ser parte de la mesa también. Los postres suelen ser delicados y frescos. En general, no es tanto la variedad, sino la abundancia lo que uno consume. Sin olvidar, que la misma noche, luego de todo lo ingerido, como si fuera poco, se sirve el chocolate caliente y el Panetón, que se repetirá en el desayuno con la temperatura veraniega que acompañe.
En Buenos aires, en cambio, tengo la impresión que el menú es mucho más variado. Siendo el pavo un elemento fácilmente sustituible por cerdo o carne de res, hay platos que no pueden faltar, como por ejemplo: ensalada rusa, huevos rellenos, melón con jamón, Vitel Thonné (ternera con una salsa de anchoas o atún y alcaparras), lengua a la vinagreta, matambre arrollado, pionono salado entre otros como fiambres y quesos. Demasiada mayonesa presente para mi gusto. ¿Los postres? Se me ocurren ensalada de frutas y helado, a lo mejor algún flan y el infaltable Pan dulce, garrapiñadas y turrones. Para el desayuno, si quedó un poco de Pan dulce. Me cuenta mi esposo, que cuando él era chico y al ser de familia italiana, el menú era de varios pasos, en el cuál las pastas estaban siempre presentes como plato de fondo.
A todo esto hay que sumarle las bebidas alcohólicas, o no, que se consumen a discreción, fijando bien las calorías para que luego no sea tan fácil eliminarlas.
Y luego que pasó la Navidad, uno sigue consumiendo todo tipo de sobrantes y regalos calóricos, hasta que llegamos a Fin de Año con el lechón, que creo, es un plato compartido en ambos países para los festejos de Año Nuevo.
Si eres de los que piensa: “La vida es una y quién me quita lo bailado.”, adelante y disfruta porque éste es tu mes del año, pero si eres de las personas que luego lo sufren, ya sea por la culpa o en el propio organismo, ¡Contrólate!